Un día perfecto.
Muchos saben que ayer fue mi
cumpleaños 48. Los que recién se enteran, tienen tiempo de hacer regalos hasta
el 20/02/2013, fecha en que quedaría mal hacerlo porque ya cumpliría 49.
Pensamos que una buena opción de
festejo, era ir a la fiesta de la cerveza artesanal en Santa Clara del Mar (por
eso de participar del “sabor del encuentro”) y ver un buen recital de
Estelares.
Dijimos: "está muy nublado,
cielo negro, mucha gente; ¿moto? No".
Cerveza (en la cantidad que
pensábamos tomar) y auto: mala combinación. Así que 555 hasta la costa y 221
hasta Santa Clara.
Llegamos en medio de un diluvio,
dos cuadras de carrera, filosofando si hubiese sido bueno llevar paraguas,
"que en el colectivo siempre se pierde", para estar seco o está bien
tenerlo en casa que no lo perdemos y nos mojamos a manera de baño
pre-cervecero.
Llegar, ver los carteles de la
campaña veraniega de Scioli, hacer el chiste fácil del chino, "yyy, mas o
menos", buscar el lugar; "fija bien, fija bien" y meternos de
cabeza en una carpa estructural con unos 20 centímetros de
agua en un 60% del piso, todo uno.
Pregunta a uno con aspecto de
organizador, en crisis, hablando con dos celulares, mensajes crípticos,
"¿ponemos la bomba?" (¿Al Qaeda?) , "¿te parece o sacamos la
gente?" (¿la opo organizada?), "esperá, que me preguntan...",
stand con forma de barco a punto de flotar. Respuesta, "si parara de
llover, sacamos el agua con la bomba y lo hacemos. Así no sé, le estoy
preguntando a Paredi (El amo y señor político de los pagos marchiquitenses) y
me dice que la gente decida” (tiempos democráticos los nuestros si los hay).
Debate de la gente de los stand,
se forman las temidas comisiones (esas que Perón recomendaba convocar cuando no
se quería hacer algo), la gente de la cerveza Indias (en teoría la que yo podía
tomar por la celiaquía) que agarra sus petates saluda y se va. Y uno, que no
casualmente, tiene la marca Barbaroja (viejo pirata, jeje), abre igual y regala
algunos vasos a un grupo de pibes del tipo rastafari, subtipo hipon amor y paz,
con instrumentos musicales incluidos, que cual nave recargada, arrancan con
esos temas que conocemos todos de los fogones, provocando la disolución de las
comisiones y cerrados aplausos de los 20 o 30 que aguantábamos la parada.
Cae el de los panchos, abrazado a
las salchichas, los panes y los pomos de mayonesa. Seguramente no ha tomado
clase de malabares y por tanto no puede evitar que algo caiga al piso, sin que
aparentemente signifique gran problema para el panchero, que lo levanta y lo
ubica en el lugar al alcance de la mano de la dama y el caballero.
En medio de mis cavilaciones
sobre el recuerdo de que antes del glifosato, la gente de campo no se
enfermaba tanto, porque desarrollaba anticuerpos y por tanto los que comieran
esos panchos participaban de ese movimiento de sanidad, mi mujer interrumpe mis
cavilaciones pretextando que si seguimos esperando “el agua nos va a tapar”.
Claro llevamos sólo 25 años de
casados y ella no puede acordarse de cuando hice los cursos de guardavidas y
buzo deportivo, que agregados a los 40 kilos de flotación, sumados desde esa
época, nos podrían a salvo de la eventualidad.
Pero para ahorrar el cuento, y
acompañados del tema “rasguña las piedras” en guitarra criolla, pandero,
tamborcito hippie y vibráfono, partimos corriendo debajo de la lluvia, cruzando
la rotonda del contrabandista, para ver dónde se tomaba el 221 para la vuelta.
Tantos años de lucha sindical y
política, a uno lo hacen cabezón y como es mi cumple y venimos a tomar cerveza,
impongo hacerlo aunque sea en un lugar más tradicional como la pizzería de la
esquina.
Uno se va poniendo viejo y piensa
que cuando era más joven todo era más simple, así que cuando pedimos las pizzas
y “cerveza”, me complican con el “¿cuál?”.
Menos mal que no era mi día de
Coca-cola, ya que hubiese sido difícil soportar la temida “¿Pesi es lo mismo?”.
El patente recuerdo del rechazo
en un asado de agasajo, a dos decenas de miembros de equipos de holandeses que
vinieron a correr el Dakar a la
Quilmes, nuestra cerveza nacional, hoy brasilera con sede en
Luxemburgo, me llenó de ese nacionalismo bien argento para la elección. Eso y
que costaba 10 mangos menos que la
Stella y 20 menos que la Posta del Angel.
La pizza un desastre, pero el
espíritu alto y los bajos instintos llenos con el primer litro de Quilmes.
Luego de varios pedidos acompañados del “pará Jorge” y la respuesta tipo vale
cuatro; “hoy es mi cumpleaños”, abandonamos el lugar con menos lluvia, más
alegres y olvidados del 221.
Santa Clara se ha puesto linda en
verano, empieza a tener ese perfil de ciudad turística familiar, buena onda y
con opciones. Movimiento, color, mucha gente y ¡eso que era lunes!
Nueva parada. Más pizza (un poco
mejor que la anterior, no mucho), según mi hija más chica, habría que traer
pizzeros de la Boca. Más
cerveza. Más risas. Más fuertes. Viene el mozo y nos ofrece café, parece hora
de partir.
En la calle se escucha a lo lejos
música. Parece un recital. Parece que Estelares banca a sus fans y hace el
recital a pesar de la lluvia.
Después de muchos años de ir a
recitales de “Pomelos” varios, uno se siente reconfortado cuando ve un
movimiento en las bandas que se emocionan con cada recital igual que lo hace su
público, con “frontmans” que saben que hacen un espectáculo donde la gente es
parte. Lo percibí con Tan Biónica en el recital de GAP en enero y con el
Cuarteto de Nos el año pasado en similares fechas.
La musica venía de la carpa que
cuasi inundada, con Barbaroja vendiendo cerveza a lo loco, junto al panchero,
el choripanero, el paellero y el taquero (que vende tacos, no es cana), daban
marco a una fiesta popular que con unos pocos instrumentos y parlantes,
hicieron una zapada descomunal.
Tocaron casi todos los que
estaban, al punto que hasta me sentí tentado de cumplir uno de mis sueños
pendientes subiendo a la batería.
Una fiesta con todas las letras.
Hubo horas de blues, rock nacional, personajes entrañables haciendo lo suyo,
una fémina con una voz, que a diferencia de otras vocalistas, no hacía
necesario cerrar los ojos, porque lo que se veía coincidía ampliamente con un
excepcional registro blusero.
Los rasta hipones, que resultaron
ser una banda de Villa la
Angostura, llamada Sur, que se tocaron todo. Si saben donde
están tocando en Mar del Plata, háganle caso a un tonto y vayan que tienen la llama
de los grandes.
Hasta en un momento llegue a
pensar, que con semejante emoción y cerveza compartida, en cualquier momento
aparecía a zapar la banda de La
Plata, pero parece que Estelares va por la línea Pomelo.
Un día perfecto, al punto que
cuando el 221 nos dejó en la costa a las 3:30 de la madrugada y tuvimos que
volver caminando porque el 555 no aparecía, sentí que volvía a los viejos 17
donde caminar de vuelta por falta de colectivo, era el momento de repasar lo
vivido en la noche para guardarlo en el lugar de los buenos recuerdos que te
acompañarán toda la vida...
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